Filias:" El extraño caso de la mujer caracol" o "la chica de las listas"

martes, 29 de marzo de 2011

 Tengo una libreta amarilla en mi bolso. Siempre llevo una. ¿Porqué? Bueno, es que casi todo en mi vida forma parte de una lista, y como consecuencia, gran parte de mi tiempo lo paso en tales menesteres (preguntadle al Sr. Filias: él me bautizó como la chica de las listas).
Pero lo que en un primer momento podría tildarse de "orden", es más un meollo caótico estructurado en listas generalmente inconclusas que pueden continuar sin sentido aparente a través de las páginas de mi libreta.
Y además, todo es susceptible de ser "enlistado": posibles destinos vacacionales, la archiconocida lista de la compra, las tareas pendientes diarias y semanales (esta aunque sea me da la satisfacción de poder tachar las filas a menudo, jejeje), actividades (generalmente creativas, manualidades) pendientes, y por supuesto, la lista infinita de libros por leer.

La libreta es para mí como el tesoro del Gollum. La necesito siempre a mano.  Es imprescindible para apuntar cualquier cosa, idea, libro, sugerencias varias, etc. Si no está accesible, casi me entran angustias... Por este motivo medio obsesivo de apuntarlo todo para que no se me olvide, llevo el bolso lleno de lápices, bolígrafos y papeles varios. Y por eso también soy la imagen viviente de la típica mujer caracol, que se enfrenta diariamente a la "teoría de fondo de bolso". Porque, además de cargar con un peso extraordinario sobre el hombro, cuando buscas las llaves, los chicles, el cacao, el móvil, siempre sabes dónde encontrarlo. En el fondo del bolso. Of course.

Pero volviendo a las listas. Ahora mismo, tengo tres listas de libros interesantes y pendientes. Una en la libreta, y las otras dos, algo más extensas en dos hojitas intercaladas entre las paginas del achuchado cuadernito. Y es un follón. Esto se va convirtiendo en un listado enorme de títulos y autores, que al cabo de unas semanas de haberlos apuntado, no sé muy bíen porqué me llamaron la atención.
Así que en este momento me debato entre formar un club de enlistadoras anónimas, con carnet de socio que incluya una fotografía con una preciosa barra negra en los ojos, o proponerme hacer de una vez por todas un sistema medianamente lógico y fácil de "llevar a cuestas". Uff.
¿Alguna recomendación?

Angeles Rebeldes de Robertson Davies

viernes, 25 de marzo de 2011

Llevo una semana bastante descentrada, y por eso me ha costado horrores hacer lo que generalmente no me suele resultar muy complicado. Pero bueno, parece que estos días que vienen serán mejores, y para celebrarlo, aquí os dejo una reseña del último libro que he leído.

Francis Cornish, hombre pudiente, catedrático, excéntrico y mecenas artístico, ha muerto. Y ha dejado a cargo de tres consejeros expertos (compañeros suyos de la Universidad canadiense de S. Juan y el Espiritu Santo, conocida como La Entelequia) la tarea, a priori sencilla, de confirmar e inventariar sus bienes para la Galeria Nacional.
Esta labor simple, se va convirtiendo en un trabajo extenso y casi penoso, por la acumulación caótica de todas las obras que Cornish ha ido coleccionando. Sin embargo, la recompensa (poder elegir una obra que no se encuentre, en principio, catalogada) es grande.
Mucho más, si de antemano se conjetura con total seguridad, la idea de encontrar un valioso manuscrito, sobre el que basar el trabajo más importante de la propia carrera académica.
Esta presunción creará entre los tres albaceas algunas suspicacias.
Pero, para animar el asunto, aparece entre los muros de La Entelequia un malicioso, astuto y entrometido ser: Parlabane. Gracias a este hombre, Hollier, DaCourt y McVarish, van a ir de cabeza durante toda la novela, en la que también se nos insinuarán referencias al arte, al mundo gitano y a la alquimia, y en la que no faltará el humor.

Me quedo corta, muy corta en realidad con esta reseña, pero como decía Mayra Gomez-Kemp, "hasta aquí puedo leer...". Sí os dígo que es una novela que me ha tenido engañada prácticamente durante toda la lectura, como cuando miras fijamente a un prestidigitador, y crees que puedes imaginar cuál será el truco.

 Ja! Yo, empeñada en desmenuzar el triángulo alquímico de Hollier, Maria y Parlabane, embebiendome en términos como soror mystica y famulus, y casi enredada en las ideas de Rabelais y Paracelso. Y entonces, ¡zas! Todo cambia de repente, y desemboca en un final del todo inesperado (o casi), cuajado de excentricidades, y donde triunfa el amor (pero para nada diabético, ¿eh?). Además, es la primera parte de una trilogía (creo que no había empezado tantos seriales en mi vida: el pentateuco, juego de tronos, y éste ángeles rebeldes), que aunque se pueden leer por separado, coinciden en sus personajes.

Todo un acierto, y además, recomendable.
"Para instruir se precisa energía, pero para saber callar sin bajar la guardia y en constante disposición de ayudar, mientras los estudiantes se instruyen solos, se precisa aún más energía. Dejar que alguien tropiece (lo cual le enseñará a no tropezar de nuevo), cuando podríamos evitárselo con una sola palabra, pero a costa de privarlo de conocer un peligro importante, es una de las tareas del maestro que requiere una energía específica, porque contenerse es más difícil que gritar."
Y entre sus páginas:

Filias: Nuclear

domingo, 20 de marzo de 2011

Hace un par de días, comentando el asunto de Japón con un amigo, me quedé sobrecogida. No sólo por lo que ha pasado, que es mucho, sino por la grandiosa capacidad de obviar el peligro que tiene el ser Capturahumano.

A raíz del seísmo y de la alarma nuclear, todos nos hemos puesto a temblar. Parece que finalmente el “que viene el lobo” nos despierta de una modorra sempiterna. Pues bien. Entono el “mea culpa” por no haberme preocupado en informarme acerca de este tema años atrás. Soy consciente de que aunque mires para otro lado, el problema sigue ahí.

Sin embargo, la gota que colma el vaso, no son las noticias para revisar la seguridad en las centrales. Sino que, en un informativo cualquiera (esto me pasa por zapear), veas las centrales en pequeñito, en unos iconos monísimos e inofensivos ellos, inundando el mapamundi mundial. Y, ¿dónde se encuentran dos de ellas? Sí, en plena falla de San Andrés.

No doy crédito. ¿Qué habían fumado el día que decidieron construirlas allí? ¿No son suficien-temente peligrosas per se, que las ponen sobre una falla que se empeña en moverse varias veces al año?¿Las mentes pensantes que eligieron el proyecto sacaron la carrera juntando tapas de yogures?

Tengo un amigo al que le encantan los rollos apocalípticos (siempre que le pillen lejos, claro), y ya antes de lo de Japón me comentaba que gracias a la falla de San Andrés, el mapa de los EEUU iba a cambiar. Que ya faltaba poco, aunque no se sabía todavía cuanto.

Fenomenal. Me encanta. Una vez más no hacemos nada.

Y mientras tanto, en Japón, nos dan un ejemplo enorme de capacidad de aguante, de sufrimiento y de solidaridad.

Oriente “1” – Occidente “0”

El pentateuco de Isaac - Angel Wagenstein.

jueves, 17 de marzo de 2011


El Pentateuco y la kipá.

Isaac Jacob Blumenfeld, nos narra su vida en una Europa convulsa, envuelta en guerras, con unas fronteras caprichosas, que hacen que su Kolodetz natal pertenezca al Imperio Austrohúngaro, a Polonia, a la URSS o al Tercer Reich según los deseos de las autoridades competentes.

El libro, es la primera parte de una trilogía, y como su nombre indica, se estructura en cinco partes que corresponderían a los cinco libros del Pentateuco. El título se ha elegido en recuerdo de la prueba irrefutable de que los judios son el pueblo elegido de Dios. Aunque el propio Isaac piense:
“¡Gracias, Dios mio, por el honor tan alto!, ¿pero no pudiste escoger a algún otro pueblo?”

Durante las dos primeras partes, he tenido la sensación de que me mostraban una visión cándida e inocente de la guerra. Sin embargo, a partir del tercer libro, se cede el paso a una madura resignación aderezada con una finísima ironía. Este anecdotario de chascarrillos o anécdotas del pueblo judío es el que le va a permitir continuar día a día y no perder la cordura al paso de la trágica época que le tocó vivir.
“Esto son dos judíos de dos pueblos cercanos que se ponen a discutir sobre cuál de sus rabinos respectivos tiene relaciones más estrechas con Dios y, por lo tanto, es más capaz de hacer milagros.

“ Por supuesto que es el nuestro”, dice el primero. “El pasado sabbat nuestro rabí se encaminó hacia la sinagoga, pero de repente se puso a llover a cántaros. No es que nuestro rabí no tuviera paraguas, pero ya que el sábado no se debe hacer nada: ¿cómo lo iba a abrir? Miró hacia el cielo, Jehová lo entendió enseguida y se hizo el milagro: por un lado, lluvia, por el otro, lluvia, y en el medio, ¡un pasillo seco hasta el propio templo! A ver, ¿qué me dices sobre esto!”
“ Pues escucha lo que te voy a contar: el sabbat pasado nuestro rábí regresaba a casa después de rezar. En el camino se encontró un billete de cien dólares. ¿Cómo cogerlo, si es un pecado tocar dinero? Miró al cielo, Jehová se dio cuenta y se hizo el milagro: por un lado, sabbat, por el otro lado, sabbat, y en el medio, no me lo vas a creer ¡era jueves!”

Huésped involuntario ( y quien no lo fue) de tres campos de concentración, nos deja multitud de momentos durísimos, incómodos y sobrecogedores sin falta de descripciones descarnadas. Quizás la parte más horrible de cuanto vivió, es la que decide no contar. La que sólo perfila de manera muy aguda, y nos deja conmovidos por su fortaleza y su templanza.
“Comíamos sólo pan y patatas en dosis homeopáticas con las que a una familia de cucarachas les habría dado una distrofia repentina.”

“Por favor, no pidas que te cuenta mis recuerdos que me pesan como un molde de hierro fundido de cien toneladas.”
“A diferencia del mundo de afuera, donde los seres humanos vivían en sociedad y morían en soledad, allí moríamos colectivamente, pero cada uno sobrevivía por su cuenta.”
El análisis personal que hago de este libro tan excepcional, es que es una obra realmente necesaria. Estamos ya atrofiados, insensibles.

“Han quedado lejos los tiempos de las primeras revelaciones espeluznantes, han amainado las oleadas de horror que como un maremoto inundaron la conciencia de la humanidad después de la guerra…Expresiones como “Zyklon-B”, “cámara de gas” o “solución final” han ido perdiendo poco a poco su inicial inverosimilitud demoníaca y se han convertido en artículos pusilánimes que los diarios publican con motivo de las efemérides.”

Ya no nos alarma nada, y no recordamos cuales son las consecuencias de una guerra. Pienso que es un momento idóneo para este libro, que nos enseña a no olvidar la sinrazón de la guerra desde la perspectiva sorprendente del humor de las víctimas.
Si Dios tuviera ventanas, hace tiempo que le hubieran roto los cristales”.
En el pentagrama:

Filias: La Fontana Di Trevi

martes, 15 de marzo de 2011

Ya llega el momento de ir pensando un poquito en las vacaciones. E inevitablemente mi cabeza huye a Roma en julio. Me encantó el viaje, y casi sufro el síndrome de Stendhal, pero después de esperar años para ver a Moisés, todo mereció la pena. Una de las cosas que más llamó mi atención fue la Fontana Di Trevi. Es sorprendente, aparece de la nada, entre calles, y te deja con la boca abierta. ¡Qué maravilla! Tengo que volver...

No digas noche. Amos Oz

jueves, 10 de marzo de 2011


Teo y Noa, viven el Tel Keidar, una ciudad que poco a poco le ha ganado terreno al desierto. Son una pareja especial, que vive al margen de convencionalismos (se llevan quince años de diferencia, y han elegido la convivencia sin pasar por el matrimonio).

Noa es una mujer sensible, e impetuosa, que vive volcada en su trabajo de profesora de literatura. En el momento en que la conocemos, un alumno suyo ha fallecido por culpa de las drogas, y ella se embarca en el proyecto de construir en la ciudad una residencia para la rehabilitación de drogodependientes. Esta labor, consume su tiempo libre, pero con terquedad, ella se empeña en realizarla sola, sin ayuda de Teo, con el fin de demostrar su propia autonomía. En su fuero interno, sin embargo, percibe que él es la persona indicada para llevarlo a cabo.

Teo, reposado y práctico, es un hombre de complexión robusta, con un amplio historial laboral a sus espaldas que abarca desde trabajar para el gobierno, hasta para el ejército israelí. Decidido a dejarlo todo tras su viaje a Latinoamerica (para realizar proyectos de viviendas), conoció a Noa, y eligió seguirla hasta Tel Keidar. Es el cobijo estable, el refugio protector de Noa, pero ésta a veces, le rechaza porque quiere hacer valer su independencia y libertad, aunque le necesite.
“Desde el principio supo que yo era demasiado pequeña para sacar adelante esta iniciativa…Se mantiene al margen, y de momento, intenta no entrometerse, por puro tacto. Así se comporta un adulto, dejando que el infante escale según su voluntad, aunque, sin que el niño se dé cuenta, se ubica en el pinto preciso con los brazos extendidos, cerca de las caderas del niño, por detrás, para poder cogerlo si llega a caerse.”

Viven un amor tranquilo, aderezado por los personajes que giran a su alrededor: un chistoso maduro con ínfulas de galán, la alcaldesa de mano firme y decidida, el zapatero que perdió a su mujer y a su hijo en un atentado, el autor de la columna “la voz que clama en el desierto” del periódico local, los inmigrantes rusos a quien Teo presta su ayuda, y la estudiante que pasa con Noa cada vez más tiempo antes de su ingreso en el ejército, y con la que en ocasiones habla del amor.
“Nadie sabe nada acerca de los demás. Y menos que nada cuando se trata de amor. el amor, según su opinión, era realmente un estado destructivo. Dos extraños que de pronto se ven, no es que se vean, se huelen, y en un abrir y cerrar de ojos quedan más unidos que una hermana y un hermano…Y muchas veces se trata de dos que no son amigos ni conocidos ni compañeros, sólo están enganchados el uno al otro aunque el mundo se derrumbe a su alrededor…Quizás deberían inventar, también para estos casos, alguna terapia de desintoxicación.”
Esta es una novela de corte intimista, para disfrutarla poco a poco. Tiene un tempo lento, podría ser un adagio, que permite disfrutar de la cotidianeidad de cada momento.
Tiene unas descripciones del lugar exquisitas, al igual que las de los personajes:
“Es un hombre bronceado y alto, de setenta años, largo y flaco, un poco encorvado; su imagen recuerda a una especie de camello decorativo, de hierro y rafia, mal proporcionado; tiene las piernas largas, fibrosas y muy bronceadas, va siempre con unos pantalones cortos de color caqui, muy rozados y unas chanclas con la suela desgastada. Da la impresión de tener las piernas unidas directamente al pecho.”
Oz nos deja vivir en primera persona, las mismas acciones del día a día desde los distintos prismas de Teo y Noa. Podemos percibir la vida de una pareja a través de sus propios sentidos. Intenta que lo veamos tan de cerca, que la narración se realiza en primera persona por ambos protagonistas.
Otra característica que ha llamado mi atención es la ausencia de diálogos estructurados. El autor los integra, sin guiones, a la narración, sin que esta pierda un ápice de belleza. Y nos deja a lo largo de la novela momentos tan deliciosos como este:
“Ahora, en medio de un silencio total, es como si todo se hubiera detenido; hasta los planetas parecen haber dejado de moverse por cansancio. Y da la impresión de que siempre será noche. Que todas las estrellas son tragaluces minúsculos en el selo del piso de arriba, estalactitas que brillan con las llamas que arden al otro lado del firmamento. Si se levanta el telón, la tierra se inundará de esplendor y todo se aclarará. O arderá.”
Música: Mahler

Filias: Caminando

lunes, 7 de marzo de 2011

Hay veces que los días se hacen cortos, cortos. Y en cambio, en otras ocasiones parece que el minutero dispone de tiempo extra adicional. En el invierno, abundan los primeros. Pero el momento en que baja la luz es mágico. ¿no os parece?

La foto es el Paseo de Sarasate en Pamplona.
Besos invernales.

Expiación de Ian McEwan

jueves, 3 de marzo de 2011



Modo de recordar paginas interesantes y NO escribir en ellas
 El día más caluroso del verano de 1935, los Tallis se reúnen para celebrar una animada velada en honor a León, el segundo hijo de Emily y Jack.
En la gran casa viven: Jack (el marido siempre ausente), Emily (que sufre permanentemente de migrañas), y sus dos hijas Cecilia (recién llegada de Cambridge) y Briony (una preadolescente que sueña con ser escritora) además de los recién llegados primos Quincey (Lola, y los gemelos Pierrot y Jack), que pasarán una temporada indeterminada con ellos. Hoy está previsto que llegue León (el hermano mediano de ánimo siempre festivo) . También compartirán la cena Paul Marshall, amigo de León, y  Robbie Turner, el hijo de la asistenta, al que el señor Tallis hace de mecenas costeándole su ingreso y estudios en Cambridge.
Y, lo que en principio iba a ser una alegre celebración, se convierte en el día que sus vidas cambiarán para siempre.
Años después la guerra llega, y todos han cambiado. Robbie se ha convertido en el militar Turner, apodado “el jefe”; Cecilia ya no tiene que debatirse entre su deseo de salir de la casa o su necesidad de ser útil a la familia, y Briony intenta desesperadamente continuar hacia el futuro, pero el ancla del pasado la retiene con fuerza.
El planteamiento ineludible es: ¿Cuántas veces una decisión tomada sin demasiada seguridad, o por el engaño de nuestros sentidos, o por no disponer de la información adecuada, nos culpabiliza durante mucho tiempo? Y ¿cómo no intentar compensar las consecuencias, expiar ese error?

A lo largo de la lectura he tenido muchas veces la sensación de no saber qué esperar porque McEwan juega contigo de tal manera que no puedes hacerte a la idea de qué va a pasar a continuación. Y esa sensación te hace depender de cada palabra hasta el final.
La narración es lenta en un principio pero al estar estructurada en partes hace que separes perfectamente los diferentes periodos, y a pesar de ser muy descriptivo, va ganando en fuerza e interés conforme avanza la lectura; la historia te va conquistando y atrapando cada vez con más firmeza.
 Destacan frases que por sí solas son abrumadoras:

“Pero ¿qué era la culpa en aquellos tiempos? Una baratija. Todo el mundo era culpable y nadie lo era….Los testigos eran también culpables. Hemos presenciado todo el día los crímenes de los demás. ¿No has matado a nadie hoy? Pero  ¿a cuántos has dejado morir?”
Como contrapunto, el autor también retrata algunos momentos divertidos:

“Las ortigas volaban por encima de su hombro izquierdo, y caían a sus pies…¡Se acabó!, le hacía decir ella. ¡Ya basta! ¡Toma!...En seguida fue esta acción la que la abstrajo, junto con la crónica de prensa que compuso al compás de sus tajos. Nadie en el mundo superaba en esto a Briony Tallis, que al año siguiente representaría a su país en los Juegos Olímpicos de Berlín y estaba segura de ganar el oro…alcanzar aquel nivel requería dedicar toda una vida. ¡Y que cerca había estado de malgastarla como dramaturga!”

Y no ha faltado el “elemento desconcierto”. Entre sus páginas, he encontrado unas anotaciones cuando menos sorprendentes (que vida más dura la de un libro de biblioteca, pasar por tantas manos, y a veces, tan poco cuidadosas).Me explico. En las películas, existen los gazapos, y más de una vez he encontrado algunos (tan llamativos que mucha gente ya los había visto antes J), pero en las lecturas, nunca me paré a pensar en buscarlos.
Sin embargo, hay quien sí lo hace, y lo subraya, lo remarca, y lo achaca al traductor. En la edición que acabo de leer, en la página 301 dice: “ les llevó a cada uno un litro de vino tinto en botellas descorchadas”, y justo al volver la hoja, remata: “Nettle pensaba que era justo abrir una botella ahora.”
Sí, es un gazapo. Pero no hace falta (¿o quizá a esta persona sí?) hacerlo notorio con inscripciones en el libro, uff. ¿Habéis encontrado alguna vez un gazapo? Está visto que yo me introduzco tanto en la historia que me están contando, que no tengo ojos para otra cosa.
En definitiva, me ha parecido un libro muy interesante, bien escrito,  y un autor muy inteligente, que sabe cómo cautivar, y mantener en vilo al lector.
P.S: Entre sus páginas: It´s a Long way to Tipperary