Tres rosas amarillas de Raymond Carver

jueves, 26 de febrero de 2015




Titulo: Tres rosas amarillas

Autor: Raymond Carver

Editorial: Anagrama

Año edición: 1997

ISBN: 9788433914842




Había oído hablar de Raymond Carver; de su peculiar universo literario y de la profundidad de sus personajes . Lo tenía pendiente en la estantería, pero además su último reflejo (la hoy oscarizada Birdman), me hizo acercarme a esta breve recopilación de relatos.

Este Tres rosas amarillas recoge siete relatos en total cuya intensidad e interés van in crescendo y de los que destacaría sin duda la última narración —a mi modo de ver la más redonda y perfecta— que es la que da nombre al libro en su edición en castellano.

Raymond Carver dibuja con palabras en estos relatos actuales, un ambiente cien por cien norteamericano aunque totalmente desprovisto del clásico barniz glorioso que suelen tener las historias de la denominada Tierra de las Oportunidades. Nos presenta unos personajes atribulados, solitarios y con sus dificultades cotidianas, y hace de las relaciones problemáticas el nexo común entre todas las historias. Ahonda con mucha precisión y acierto en las emociones primarias y consigue refejarlas en el papel con exactitud, de manera fiel y sin artificios.

Quizás esa sea la característica más clara de este escritor, la falta de florituras en su prosa. No las necesita. Su prosa sencilla y sus descripciones directas y precisas componen la fuerza narrativa de sus relatos. Usa un lenguaje preciso que aunque es parco en sutilezas, conmueve y sobrecoge. Su prosa resolutiva y cruda es capaz de transmitir la desesperación y la angustia vital de sus personajes con tanto acierto que te “agita” por dentro. Parece que el autor busca golpear de lleno en la mente, en el estómago del lector, noquearlo si es posible aunque lo que le muestre parezca un momento corriente. Y desde luego lo consigue.

Todos los relatos comparten también un poso de angustia, no tanto de fatalidad pero sí de rendición que condiciona la visión y la acción de sus personajes. No os diré que es fácil acercarse al universo de Carver, porque escuece en tanto que la esperanza no siempre está al alcance de la mano, pero es una obra llena de escenas directas y visuales en la que el autor transmite la desesperación y la angustia vital de sus personajes con la habilidad necesaria para que la historia te remueva siquiera un poco.

Es un libro pequeño, breve pero grande en su interior. Y su último relato, Tres rosas amarillas — que describe los últimos días de Chéjov con una visibilidad y credibilidad extraordinarias—, es una delicia. No es gratuito,creo, este último relato, pues si buscamos un paralelismo claro entre Carver y otro escritor, el ruso sale a colación sin ningún género de duda (al igual que Alice Munro). Los tres escritores van en la misma línea, pues abogan por un universo literario lleno de emociones pero absolutamente cotidianos. Leer uno de sus relatos es aterrizar en mitad de un momento corriente y ordinario en la vida de sus atribulados personajes. Son historias que recrean un paréntesis vital que no tiene porqué ser espectacular ni decisivo para el lector aunque suponga un cruce de caminos para el personaje. También los tres escritores coinciden en la presentación de sus desenlaces que no son contundentes aunque si abruptos. Generalmente la resolución de la historia queda inconclusa de alguna forma, y parece que el autor nos invita a continuar en nuestra mente con ese relato, a imaginar qué sucederá posteriormente.

Un hallazgo este Carver. ¿Os animais?

Cómo escribir un cuento. Taller literario.

martes, 24 de febrero de 2015





Os comenté hace ya unas semanas, que uno de mis objetivos para este 2015 era mejorar en la escritura (dentro de lo posible, claro está). Con ese propósito he asistido al curso virtual Cómo escribir un cuento de la Escuela de Escritura Creativa, y como os prometí, también os cuento mis impresiones al respecto.

En un principio, os seré sincera, había leído tanta literatura contraria a los cursos de escritura que lo comencé con bastante desconfianza. Me habían comentado que esto de los talleres está sobrevalorado y que no debía hacerme demasiadas ilusiones al respecto, que en muchas ocasiones es humo lo que se vende. Pero con el temario en la mano y los primeros contactos, la suspicacia se desvaneció por completo, porque tanto los ejercicios como la profesora me han ayudado mucho. Muchísimo. Así que se merecen todo mi entusiasmo.

Reconozco que un taller presencial será mucho más enriquecedor, qué duda cabe. Poder compartir con tus compañeros tus hallazgos o darte cuenta de qué funciona y qué no es algo que muchas veces es más sencillo cuando lo ves desde fuera, cuando otros exponen sus trabajos. Pero creo que para aquellos que no tenemos forma de arañar unas cuantas horas al reloj en un horario estándar, esta fórmula virtual cumple de largo con las expectativas (al menos con las mías).

En estas seis semanas hemos tratado los temas básicos para poder elaborar correctamente un relato (tema, argumento, narrador, personajes, etc), y gracias a la corrección de los ejercicios (que es el punto fuerte de este curso, debo decir), ahora mismo tengo en mi escritorio un rosario de errores para enmendar con toda la paciencia de la que sea capaz. Y además, he recopilado una extensa bibliografía en la que estoy inmersa y de la que, a buen seguro, os mostraré algunas ideas imprescindibles que nos ayudarán en el proceso de la escritura.
Han sido seis semanas de esfuerzo (generalmente escribo cuando puedo, no cuando debo), pero ha merecido la pena. Por eso mi valoración es positiva aunque hay algo que creo que podría ser mejorado, y es que al final del curso estaría bien que se facilitara al alumno un informe con una idea global acerca de los puntos que más se deben trabajar. De todas formas, ya digo que para mí, ha sido una gozada. Un taller del que he aprendido mucho. Sobre todo han sido muy importantes las evaluaciones de Begoña, la profesora del curso, porque sin restar un ápice de respeto y cariño, ha sabido criticar todos mis fallos (y creedme, han sido muchos), de una manera adecuada, por lo que no he tenido en ningún momento una sensación de desilusión.

Sin embargo, debo advertiros algo fundamental. No espereis en estos cursos ningún milagro. Nadie os va a decir cómo debeis escribir o cuál es vuestra voz narrativa. Eso debeis descubrirlo vosotros mismos. Aquí te ayudan a ver lo que tú no ves; desempolvan tanto tus puntos fuertes como tus zonas débiles para aprender a reforzar unos y a reparar otros, pero siempre dependiendo de tu trabajo.

No voy a negar que la tarea que queda ahora me impone bastante, porque aunque dispongo de la teoría, plasmar en papel las modificaciones no siempre es fácil. Tengo dudas. Muchas. Muchísimas. Pero creo que eso es bueno porque me va a obligar a probar (distintos narradores, distintos personajes, modificar tramas, remendar argumentos…), y en ese camino espero encontrar algunas respuestas.


Una experiencia recomendable, desde luego. Si estáis valorando recibir un curso sobre cómo escribir un cuento, tenedlo en cuenta porque merece la pena.


Un dulce sabor a muerte de Ellis Peters

jueves, 19 de febrero de 2015





Gracias a la reseña que hizo Carmen allá por el 2013, incluí en mis estanterías esta novelita con idea de leerla rápidamente, pero hete aquí que cuando le he hincado el diente ha sido ya en enero del 2015. Cosas que pasan.

La novela transcurre en pleno siglo XII, y se sitúa en dos escenarios que están descritos a la perfección. Por una parte nos encontramos con la abadía benedictina de Sherwsbury (Inglaterra), donde discurre la apacible vida de Fray Cadfael entre las plantas del huerto (es el encargado del herbario), y por otra, la trama se desplaza al pueblo galés de Gwtherin, donde acude un grupo de frailes (entre los que se encuentra Fray Cadfael que acude en calidad de intérprete debido a su origen galés) en busca de los huesos de santa Winifreda para mayor gloria de su monasterio.

En un momento histórico en el que las reliquias de los santos suponían cierto estatus y un ingreso seguro de donativos, el monasterio benedictino de Shewsbury se encuentra en clara desigualdad frente a otros templos cercanos, ya que no disponen de un santo milagrero al que puedan acudir sus fieles en peregrinación. La solución a este problema surgirá dentro de los propios muros de la abadía cuando uno de sus frailes sufra un ataque epiléptico y en su convalecencia, el fraile que le acompaña tenga una más que conveniente visión según la cual, fray Columbano (el hombre aquejado de los ataques) sanará tras bañarse en la fuente sagrada de santa Winifreda. El prior Roberto, entre cuyas virtudes no se encuentran la humildad ni la renuncia a medrar en la jerarquía del monasterio, ve en este hecho la oportunidad de aportar una respuesta satisfactoria para la situación actual de la abadía, por lo que facilita el viaje de la comitiva que, por supuesto volverá con la noticia de la sanación de fray Columbano. Esta circunstancia alimentará la ambición del prior, quien decidirá acudir al pueblo de Gwtherin para hacerse con los huesos de la santa a toda costa.

Semejante decisión traerá como consecuencia un serio encontronazo con el pueblo galés, que se opone a que se lleven de sus tierras a Santa Winifreda, y lo pone en conocimiento de la comitiva mediante Rhisiart, el portavoz del pueblo. La cuestión no hubiera tenido mayor transcendencia (puesto que los frailes cuentan con el favor de la iglesia y del príncipe) de no ser por una extraña muerte, que fray Cadfael, con su agudo sentido de la observación revela como un asesinato. Pero, ¿quién puede haberlo hecho? ¿Un monje, uno de sus convecinos? ¿Cuáles fueron sus motivos? Nadie en todo Gwtherin está a salvo de la sospecha, por lo que fray Cadfael tendrá que afinar bien sus dotes y su fino olfato para descubrir al culpable.

Sin ser un estudio psicológico profundo, la autora da breves y acertadas pinceladas de algunos protagonistas para que, de manera sencilla sepamos cómo son y entendamos su forma de proceder.

Fray Cadfael es, por su papel protagonista, el personaje que más calado psicológico tiene. Es un hombre mundano, que ha llegado a la abadía por propia decisión tras un pasado en el que ha conocido todos los entresijos terrenales. En este momento se dedica al huerto de la abadía y pasa sus días entre plantas medicinales, elaborando remedios y sesteando en los capítulos más aburridos. Es un hombre muy resolutivo y con un olfato muy fino para entender las motivaciones humanas (cualesquiera que estas sean) y actúa de acuerdo a un propósito para esclarecer los hechos.

Junto a este fraile tan singular, encontraremos al ambicioso prior Roberto, al histriónico fray Columbano, y al joven Fray Juan, cuyas motivaciones para ingresar en el monasterio no convencen demasiado al buen ojo clínico de Fray Cadfael. También entre el pueblo galés destacan algunos nombres como Sioned, pero la autora concede más importancia a presentarnos la comunidad en general: son nobles, tercos, entregados y fieles seguidores de sus propias leyes y creencias.

La historia transcurre bajo el prisma de un narrador omnisciente, en tercera persona, que mediante un lenguaje natural y bien escogido, nos presenta una lectura fácil, accesible, llana y muy fluída. Por el estilo de su personaje principal (que utiliza la razón para esclarecer el enigma) y la sencillez de la trama me ha recordado en muchos momentos (salvando las distancias, of course) al estilo de las novelas enigma de gran dama del crimen, Agatha Christie.

También hay algo que me ha llamado poderosamente la atención, y es la apuesta tan arriesgada de la autora para presentar el crimen una vez pasada ya la mitad de la novela. Esta técnica le permite que cuando sucede el hecho, el lector conoce al dedillo tanto el ambiente como a los personajes que circundan el crimen, pero es un arma de doble filo puesto que también es alargar demasiado el punto de inflexión de la novela, que puede dar como consecuencia indeseada que el lector se canse y deje la lectura. Quizás en su época (fue escrita en 1942), fue un recurso interesante y que funcionaba bien pero hoy día se buscan tramas y ritmos mucho más dinámicos pues el lector de novela negra en nuestros días espera mucha más acción.

El ritmo, pese a todo, es constante y los giros argumentales, aunque sencillos son efectivos. La novela tiene un desenlace más que correcto (incluída cierta crítica hacia la iglesia/religión) y no deja cabos sueltos.

Si buscais una lectura agradable y sencilla, para desengrasar de otras más densas, o si sencillamente os gusta la novela enigma, os la recomiendo. Teneis veinte títulos a vuestra disposición en esta saga. Y si os apetece más verla en televisión, sabed que Fray Cadfael también fue llevado a la pequeña pantalla con gran éxito.



¿Os animáis?
Feliz día.

Microrec: la apuesta

martes, 17 de febrero de 2015




Se dirige a la jaula de los leones para demostrale cuánto se equivoca pero, de pronto, parece que lo piensa mejor y vuelve sobre sus pasos. Se acerca dubitativo a la mesita donde reposa un pequeño frasco de cristal. Lo toma entre sus manos y lo observa hasta que finalmente, se decide y presiona el pulverizador. Se perfuma despacio, a conciencia. Podríamos decir que casi con recogimiento. Por si fuera cierto aquello de que las bestias huelen el miedo.

Mi aportación semanal al REC


Método de Poe.

lunes, 16 de febrero de 2015





Para comenzar esta serie, creo que Poe puede ser un buen inicio puesto que, además de ser un autor de reconocido prestigio, es sincero desde el principio. Él mismo reconoce que muchos escritores optan por fomentar la imagen del escritor bohemio, preso de un éxtasis creativo y evitan de esta manera mostrar las bambalinas reales que existen en la creación de un texto y que invariablemente implican una tarea dura, desprovista de ese halo de misterio, magia y anhelo que habitualmente se le ha asociado al proceso de escritura. De igual forma, se aleja de las intrigas y misterios que sus coetáneos esgrimen para no desvelar su metodología de escritura, y en su “Metodo de composición” comparte con todos nosotros su fórmula de trabajo, que yo (a mi libre albedrío) he estructurado en nueve pasos.



1. Establecer el desenlace.

Poe propone comenzar por el final, y creo que en algunos casos no es mala idea, porque a veces, saber cómo ha de terminar un relato nos da la tranquilidad necesaria para hacernos las preguntas esenciales sin ansiedad. Yo lo he puesto en práctica en algunos relatos, y funciona.



2. Analizar los efectos e impresiones del desenlace.


Una vez definido el desenlace, debemos preguntarnos qué efectos queremos causar en el lector (sorpresa, tristeza, intriga…) y enumerarlos. De todos ellos, elegiremos uno que será el principal, el que nos proporcione el contexto necesario.



3. Detallar la extensión del texto


Muy importante, porque no es lo mismo saber que tienes trescientas ochenta páginas para mostrar tus efectos de, pongamos por caso misterio, que si el texto sobre el que trabajas es un pequeño relato. Para poder aplicar correctamente el efecto adecuado es necesario que sepamos (aunque sea aproximadamente), el tamaño del mismo.



4. Definir cómo mostrar el efecto.


Ya sabemos cuál será la longitud del texto que vamos a crear y qué efecto queremos provocar en el lector, por lo tanto ahora debemos valorar cómo lo haremos. Es decir, si hemos decidido que el efecto sea la intriga, podemos mostrarla de diferentes formas: introduciendo incidentes en el texto, por el tono de la narración, por la descripción del ambiente, etc.



5. Búsqueda del tono.

De todo lo anterior, podemos deducir que buscamos implicar al lector directamente creándole una emoción intensa, que debe ser la consecuencia directa de una causa clara y evidente mostrada con el medio más adecuado, con el tono preciso que corresponda. Una mala noticia, en general, no se puede dar con una carcajada o cantando, sino que necesariamente conlleva un ambiente concreto, seriedad y gravedad en los personajes, por ejemplo.



6. Revisar y definir los recursos narrativos para crear un eje sobre el que gire el texto.

A nivel estructural, la narración necesitará un eje sobre el que pueda desarrollarse el resto del texto; el puntal sobre el que podamos volcar los recursos que sean necesarios para el progreso de la historia. Por ejemplo las retrospectivas (como en “La verdad sobre el caso Savolta”), aliteraciones (utilizado más en textos líricos), repeticiones (recuerdo el ejemplo de “Mañana en la batalla piensa en mí”), etc. Conviene en este punto tener un buen conocimiento acerca de los recursos narrativos para poder elegir el que mejor se adapte a nuestras necesidades.



7. Aplicar el recurso narrativo con un pretexto acorde.


Es decir, debe haber una razón válida para aplicar este recurso (y no otro). Además, no sólo tendrás que justificar su presencia, sino que se debe corresponder con el tono y la extensión del texto.

Por ejemplo, no tiene mucho sentido utilizar la aliteración perpetua en una novela de setecientas páginas; creo que no es apropiado. Sin embargo, en un texto pequeño, de corte intimista y poético estaría más que justificado.



8. Graduar la gravedad e importancia de los sucesos.


La carga emotiva de cualquier tipo de texto suele ir “in crescendo”, por lo que si seguimos los pasos de Poe (que ha establecido desde el inicio el punto álgido de la narración: el desenlace), podremos graduar por gravedad e importancia los sucesos que queremos introducir tanto antes como después (en el caso de que queramos añadir un epílogo).



9. Predisponer al lector hacia el desenlace.

Puede que este sea el punto más complicado porque es en el que debemos averiguar cómo dotar de complejidad la trama para mantener el interés y que el texto resulte atractivo y sugestivo. Ahora es, además, cuando debemos guiar al lector a una posición propicia para que acepte la lógica del desenlace. 




¿Qué os ha parecido?¿Lo conocíais? ¿Habéis puesto en práctica aún sin saberlo alguno de sus puntos? Soy toda oídos.






Via: E.A. Poe. Método de composición [en línea].
http://www.ciuddaseva.com/textos/teoria/opin/poe01.htm