Radio Filias: El roce de tu cuerpo (Platero y tu)

lunes, 25 de mayo de 2015







Uf! Momentazo nostálgico. No puedo evitarlo. Cada vez que oigo esta canción vuelvo a los sábados con la cuadrilla, al bar en el que pasábamos horas y horas, y a las hormonas revolucionadas. A los besos con sabor a "pitufo" o a "amor perfecto", a las mariposas en el estómago y a la pasión desvergonzada que inundaba toda mi vida.

Y es que después de un sábado "de marcha", después de taaanto tiempo, la nostalgia es inevitable ¿no?


Feliz semana.

Microrec: De colores...

martes, 19 de mayo de 2015






Huérfanas


Y las azules, las del abuelo, se quedaron en la orilla con los cordones sueltos. Esperando su regreso.




Colocón

Y las azules, las del abuelo Luis, son las mejores. En eso estamos todos de acuerdo. Al principio la impresión de caminar sobre un suelo inestable puede resultar desagradable, pero después, cuando te acostumbras al mareo, la sensación es fenomenal. La pena es que la aventura no suele durar demasiado; solo hasta que el abuelo se da cuenta de que sus gafas han vuelto a desaparecer.



Acromatopsia


Y las azules, las del abuelo picarón de la ciento uno, Carmen...¿A quién se las has dado? ¡Ay Señor, dime que quien viene por el pasillo a toda velocidad no es el padre Ataúlfo!




Despojillos semanales del REC

Las ocho escenas que no pueden faltar en tu narración

lunes, 18 de mayo de 2015



Hoy veremos una forma más para estructurar nuestras narraciones. Se trata del método de las ocho escenas. ¿Lo conocéis? ¡Vamos a ello!

1- Escena que capta la atención. Es el comienzo impactante que toda novela que se precie debe tener. No se trata de que haya una gran explosión, ni de que sea una escena llena de ritmo trepidante. Significa más bien suscitar interés en el lector. Conseguir que se sienta intrigado y que quiera saber dónde le va a llevar esa escena, esa historia. Por supuesto, en esta primera secuencia—como ya habrás imaginado—, te la juegas, así que…Procura pulir bien cada una de las frases porque de ello depende que sigan leyendo tu libro.


2. Presentación empática del protagonista. Uno de los mayores errores que hacen abandonar una lectura es la falta de empatía con los personajes. Y esto sucede en muchas ocasiones porque el protagonista se presenta tarde, o de manera muy velada, por lo que es complicado que el lector se pueda sentir en su piel y hacer suyas las vivencias del personaje. Por lo tanto es importante y necesario que tu protagonista se presente cuanto antes, y además con pinceladas dotadas de realismo. En tanto te sea posible debes intentar retratar su psicología de manera tan real como sea posible para que el lector lo sienta vivo, y pueda vivir cómodo en la piel de tu personaje de ficción mientras dura la historia. Si además consigues que tras cerrar el libro siga pensando en él…¡Eres un fenómeno!


3. Escena del primer punto de inflexión. Una vez hemos creado el ambiente necesario para tener al lector interesado, es el momento de comenzar a usar el vudú con nuestro personaje y sus circunstancias. No te engañes, al lector le gusta ver sufrir a tu personaje (ojo, que se puede hacer sufrir de muchas maneras, no es absolutamente necesario ponerle una navaja en el cuello a tu protagonista). Ahora es el momento en el que tu personaje principal ve como todo su mundo se viene abajo, como todas las reglas por las que se regía su vida caen al suelo como un castillo de naipes.


4. Mostrar la amenaza real para el protagonista. Se trata de hacer sufrir a tu personaje. Es lo que el lector busca, es la forma en que tu protagonista crecerá durante la historia, así que no vale con que todo a su alrededor se haya desmoronado, sino que además se siente atemorizado, intimidado, porque sobre su vida planea una amenaza real. Imagina la escena que mejor defina una situación así para tu protagonista. ¿La tienes? ¡Escríbela!


5. El protagonista decide pasar a la acción. ¿Qué puede hacer tu personaje ante tal situación de caos? Tiene dos opciones: pasar a la acción de modo activo o pasivo. Hay protagonistas cuya respuesta a l conflicto es no hacer nada, continuar siendo un “tibio” que nunca se moja, pero es una línea argumental que no suele dar demasiado juego y más propia de épocas pasadas. Hoy día los personajes son generalmente más resolutivos y se introducen de lleno en los problemas, en las tramas. Intentan buscar soluciones a las situaciones que están viviendo y eso, de cara al escritor, dota al personaje y a la historia de un mundo de posibilidades, puesto que dependiendo de las habilidades del protagonista, la historia puede resolverse de maneras muy dispares.


6. Mostrar todas las dificultades y problemas con que se encuentra el protagonista. Como adelantábamos en el punto anterior, el centro de la historia es el personaje y todo lo que le sucede. Por eso es importante mostrar al lector cuantas dificultades y problemas con los que se encuentra nuestro protagonista. Y por supuesto, su forma de enfrentarse a ello. De ese modo el lector conocerá al personaje con profundidad, por sus hechos, por cómo actúa y no por lo que el narrador pueda contarle (esta es la archiconocida regla del : no lo digas, muéstralo). 


7. Escena en que se cierran los hilos abiertos y se resuelven las dudas. Tan importante como un buen comienzo, es un correcto desenlace. Eso no quiere decir que tu novela tenga que acabar obligatoriamente bien. Tampoco significa que necesariamente tenga un final cerrado. No. Se trata de ir redondeando el final de la historia, de ir cerrando los hilos abiertos (tú decides si dejas alguna puerta abierta o no) y de resolver situaciones que han quedado abiertas o inconclusas por el camino. Este es uno de los puntos más importantes a tener en cuenta si no quieres que tu lector se sienta decepcionado. Es necesario que en este momento concedas la importancia necesaria a las puertas que has dejado abiertas en tu historia, y a las que debes dar una respuesta. Tú decides si la respuesta es rotunda y cierras ese hilo, o si prefieres dejar algún fleco suelto, pero si es así, házselo saber al lector, que no parezca que te has olvidado de ese hilo argumental y lo ignoras, sino que lo mantienes en suspenso porque así lo requiere la historia. 


8. Final sorprendente. Y si logras sorprender al lector con un final inesperado, y bien entramado con el resto de la historia tienes muy altas probabilidades de ganarte su fidelidad y que se interese tanto por tus obras anteriores como por las que vayas a publicar. Eso sí. Un final sorprendente no significa un deus ex machina, por favor. Esa es la forma más segura de ganarte un detractor.

¿Conocíais esta forma de estructurar vuestras narraciones?¿La habéis usado?
Como siempre, los comentarios están a vuestra disposición.
 

Microrec: de potes y calvo...

martes, 12 de mayo de 2015



De potes
Ya no podíamos contar con él. Lo supimos en el mismo instante que desapareció una vez más, pasillo adelante, sin volver la vista atrás. Dejó un silencio incómodo y una turbación que planeaba semicircular sobre nuestras cabezas hasta que Patxi, haciendo acopio de toda su paciencia y generosidad, depositó sobre la barra un billete de veinte euros para pagar la ronda.





Ni un pelo de tonto



Ya no podíamos contar con él; la piel deshabitada de su cabeza lo atestiguaba con la firmeza de un acta notarial. Una brisa suave recorrió la sala y se llevó ante nuestra atenta mirada aquél último vestigio capilar que, según la sabiduría popular, le dotaba de un ascenso fulgurante en el test de inteligencia.



Despojitos semanales REC


Encuentra tu propia voz

lunes, 11 de mayo de 2015





Saltar del papel al corazón. Crear en el lector una huella indeleble. Ese es el quid de la cuestión. Y es que en cuestión de escritura no es tan importante ser original (ojo, que también lo es), sino saber cómo contar nuestra historia para desencadenar un montón de emociones en el lector.

Existen en el mercado cientos de libros acerca de un mismo tema. Pongamos por caso el desamor. ¿Por qué unos tienen éxito y otros no? Porque los textos que nos gustan son aquellos que nos provocan miles de emociones. Y eso se debe, entre otras cosas, a la voz del escritor.


A eso debemos aspirar. A encontrar nuestra forma particular de narrar cuanto vemos. A mirar el mundo desde nuestra perspectiva (esta es la parte sencilla porque lo llevamos ya de serie) para, posteriormente, contarlo y provocar en el lector un caudal de emociones. No es un camino fácil, desde luego. Si eres afortunado (muy afortunado), podrás alcanzarlo con relativa rapidez y facilidad, pero generalmente, es un proceso de crecimiento, que se alarga en el tiempo (aproximadamente  1000 horas según dicen) . La buena noticia es que si no eres de los que se rinden, tienes muchas probabilidades de éxito. Así que...paciencia.


Busca y encontrarás.


Y entonces, ¿cómo podemos encontrar nuestra voz? Creo que la manera más eficiente es realizar una pequeña labor de introspección. Buscaremos dentro de nosotros mismos las respuestas una serie de preguntas. ¿Qué te diferencia de los demás?¿Qué te caracteriza? ¿Cuáles son tus puntos fuertes y cuales tus limitaciones?¿Quiénes son tus artistas/escritores favoritos y porqué lo son? ¿Qué obras admiras y porqué te parecen tan especiales? ¿Cuándo te sientes más cómodo en el proceso de escritura: describiendo, creando el argumento, perfilando los personajes? ¿Hay algún texto en el que te sientas especialmente reflejado?


Algo de feedback nunca viene mal.


Una vez realizado este ejercicio, te propongo dos cositas más. En primer lugar, sería interesante poder contar con un poquito de ayuda exterior. Si te es posible, formula también a alguien de tu entorno más cercano (y de quien tengas absoluta certeza de que va a ser sincero, aunque duela) algunas de estas preguntas. De esta manera, sabrás a ciencia cierta la distancia real entre tu propio yo y el que proyectas de manera inconsciente para poder trabajar sobre ello.


Ensayo – error.


Es una fórmula que no falla. Busca, estudia, déjate llevar y prueba. Prueba tanto como puedas o como te apetezca. Quizás encuentres que, en el lugar más insospechado, o el método al que menos le prestaste atención, provoque en ti el chispazo adecuado y te muestre cuál es tu voz. Entretanto...¡disfruta!


¿Y tú? ¿Has encontrado ya tu propia voz narrativa o estás en el camino?
Feliz día. 

El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald

viernes, 8 de mayo de 2015





Nick Carraday, un joven treintañero del Medio Oeste, ha concluido sus estudios recientemente, y viaja en busca de un empleo hasta Nueva York. Se establece en Long Island, concretamente en la orilla del West Egg. Justo enfrente de su casa, en la lujosa orilla del East Egg se erige la mansión de Jay Gatsby, un hombre tan rico como misterioso que organiza a diario fastuosas fiestas a las que Nick asiste como espectador desde el jardín de su casa. De pronto recibe una invitación para acudir a una de estas veladas, y queda tan intrigado por el desconocido anfitrión como el resto de invitados.

Pronto descubriremos que las intenciones de Gatsby al invitar a Nick a su fiesta no son tan inocentes como en un principio pudieran parecer, pues gracias a la relación que establece con él, intentará recuperar el tiempo perdido y acercarse de nuevo al gran amor de su vida, que no es otro que Daisy, la prima de Nick. Intentar reconquistarla para retenerla a su lado no será una tarea sencilla, pues ella está casada con Tom, y a pesar de que su relación no es una unión modélica, puesto que la sombra de la infidelidad planea sobre ellos, si que goza de la estabilidad propia de una alianza que confiere cierto estatus social.

La frivolidad de Daisy, junto con los celos de Tom y el anhelo por recuperar el amor de Jay Gatsby son los tres vértices de un triángulo amoroso muy turbulento que nos llevará a un final tan inesperado como coherente con la sociedad indolente propia de los años veinte.

Cada cierto tiempo me gusta revisar qué clásicos me faltan por leer (tanto autores como obras), y este Gran Gatsby—libro considerado como una de las obras maestras de la literatura norteamericana— era uno de ellos. Emprendí su lectura con las expectativas bastante altas por los comentarios que había leído por la red, y, a tenor de las dos versiones cinematográficas (que todavía no he visto), pensaba que sería una lectura más que interesante. Bueno, pues a pesar de todo lo anterior, ha sido un libro con el que me ha sido muy complicado empatizar.
 Y no es por el hecho de la diferencia de épocas, ni por la ambientación (ambas realmente deliciosas), sino por los personajes. El escritor no consigue acercarlos lo suficiente. No he podido ponerme bajo la piel de ninguno de ellos hasta casi el final del libro, y he pasado por sus páginas asistiendo a la historia pero sin ningún tipo de implicación. ¿Está bien escrito? Si. ¿Sus descripciones son buenas? Sí. Pero el calado de los personajes es escaso al comienzo del libro aunque mejora bastante en su segunda mitad. Esto no quiere decir que no estén bien definidos, que lo están, sino que sus acciones y pensamientos no tienen la profundidad necesaria para llegar al lector (al menos en mi caso). Pero no me interpreteis mal. No busco que un personaje me caiga bien sino que su personalidad me llegue. Puede ser un auténtico sinvergüenza, pero si su psicología, sus acciones y reacciones trascienden, lo acepto.

En este libro resulta curioso además que Gatsby, el personaje principal de la historia, no sea el hilo conductor de la misma. Creo que es un recurso sorprendente sobre todo para la época en que se escribió —en plena Ley Seca de los EEUU, dentro de los “locos años veinte”—, aunque efectivo para el secreto que quiere plasmar el escritor sobre la persona del protagonista. Acercarse a la historia desde el punto de vista de un único personaje —Nick Carraday en este caso— es arriesgado, pues el lector solo conocerá aquello que vive el narrador y esto en muchas ocasiones fuerza la historia y hace que este personaje entre con calzador en algunas escenas.

Pero también tiene su lado positivo, porque esta visión incompleta otorga un halo de misterio adicional a la historia. Y si a esto le sumamos que la narración se va aderezando con rumores sobre el personaje principal, la intriga crece y el lector no tiene otra opción que preguntarse quién es Gatsby en realidad, cómo amasó su fortuna o a qué dedica su tiempo.

Porque de lo que trata este brevísimo libro es de la historia de Gatsby. De la real. De los miedos del personaje, sus aspiraciones, de las maniobras que trama para conseguir sus deseos, y mediante las confesiones del personaje con Nick Carraday o los rumores, el lector lo va descubriendo.

La narración viene marcada por dos partes diferenciadas. En la primera, el escritor describe el entorno acaudalado y vacío de la alta sociedad de los años veinte, y posteriormente, en la segunda mitad, el autor va enfocando la historia como si se tratase de una cámara, acercándose a Gatsby y a su vida.

La trama se elabora en orden cronológico y Fitzgerald no deja ningún hilo suelto, aunque termina la historia con un giro final bastante calculado y artificial que no me ha dejado demasiado satisfecha. Encontraréis que el peculiar estilo elaborado y falto de signos de puntuación en algunos pasajes ralentiza la lectura, pero no es obstáculo para poder disfrutar de las frases relevantes que el autor va diseminando por el texto y de algunos diálogos muy interesantes.

Un proceso curioso, la relación que he terminado por vivir con esta novela, porque cuando terminé de leerla me pareció una obra excesiva. Demasiado lenta al comienzo, demasiado intensa en su parte media y con un final algo exagerado. Y sin embargo, conforme la he ido examinando de nuevo para la reseña, he encontrado nuevas facetas que habían pasado totalmente desapercibidas para mí (el empleo intencionado del color por ejemplo) y que realzan su encanto.

Una obra peculiar que me ha dejado con un montón de sentimientos encontrados respecto a su lectura.

¿Y vosotros, la habéis leído?¿Qué opinión os merece? ¡Feliz día! 

Microrec: De calificaciones, Justicia y deformación profesional

martes, 5 de mayo de 2015



Calificaciones

El incómodo cadáver del mediador familiar seguía alimentando sus sueños, al igual que la escena de la mujer sentada en una extraña postura sobre una butaca de mimbre. Ambas imágenes le causaban sensaciones dispares y desconocidas que provenían de sus entrañas, pero no por ello pensó en aceptar las escrictas directrices de sus padres. A sus siete años, el aroma de lo prohibido tenía ese encanto especial que le hacía ingeniárselas cada noche para atisbar, a través de una rendija, aquellas inexplicables películas que iban siempre escoltadas por dos rombos.



La venda de la Justicia

El incómodo cadáver del mediador familiar fue, según afirmó, el motivo principal por el que no llevó a cabo el crimen. Decía que, a pesar de sufrir un continuo escarnio, no había encontrado el modo de deshacerse del cuerpo del amante de su mujer. Se dirigió entonces a los miembros del jurado y con su mirada cargada de inocencia, les aseguró no haberlo hecho. Por mi parte, recordé demasiado tarde el chispazo que recorrió sus pupilas tras mi vehemente alegato en su contra.



Deformación profesional


El incómodo cadáver del mediador familiar
se rebulló inquieto bajo la sábana pensando en los objetivos comerciales aún pendientes. Indiferente ante su nueva condición, recorrió la sala con un vistazo rápido y, de un salto, bajó de la mesa de acero. Confiado, se llevó la mano al bolsillo izquierdo, justo bajo el orificio que traspasaba su cuerpo de lado a lado y tomó entre sus dedos una tarjeta. Con ella en ristre se dirigió al fondo de la sala, donde una pareja discutía violentamente acerca de un chihuahua escuchimizado. El mismo que, inmune a todo, marcaba su territorio por las esquinas de la morgue.


Despojillos semanales del REC